Siguiendo la línea del río
llegamos a un valle
en donde las aves no dejan de reir
y las chicharras se han recibido de locutoras.
La alegría de los niños es inmensa
el viento susurra en sus orejitas canciones de épocas remotas
en donde elfos y príncipes convivían en aquella tierra de paz.
La hojas se han bañado de rocío
esta mañana,
y brillan, radiantes, sobre las copas de los árboles.
La sombra de las colinas cercanas
ha marcado en los habitantes
que ya es hora del almuerzo
y corren, plenos, hacia los hornos
y las casas, en busca del pan de cada día.
Y la necesidad no nubla su existencia
porque este pueblo ha tenido hambre
y el amor de sus habitantes ha sido más fuerte.
Y hoy la alegría triunfa
y la dicha canta
y las canciones que cantan las doncellas
son puras e inocentes.
Y las canciones de los muchachos demuestran que no hay guerra
que el trabajo es digno
y el juego sano.
Y que la naturaleza crea
y que los sabios sueñan
y que los pintores beben vino del mejor.
Y las madres que amasan el pan ríen con sus hijos
y no hay cazadores
y no hay presas.
Y los campos de trigo verde,
y los bosques de fruta morada.
Y los bares de cervezas y juegos frescos,
y las casas en donde la niñez aprende.
Y las calles de tierra
en donde abundan gente extranjera,
y todo lugar en donde la gente sueña,
ahí, brilla la esperanza,
porque ahí un pueblo es felíz,
con muy poco.
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