martes, 30 de septiembre de 2008

Una certera desviación/ del curso del río llena cuencas secas y desoladas, cuya sed bebe fervientemente el líquido sagrado..

Muchacha Ojos De Papel . Luis Alberto Spinetta

Muchacha ojos de papel,¿adónde vas? quédate hasta el alba.Muchacha pequeños pies,No corras más. quédate hasta el alba.Sueña un sueño despacito entre mis manosHasta que por la ventana suba el sol.Muchacha piel de rayón,No corras más. tu tiempo es hoy.Y no hables más, muchachaCorazón de tiza.Cuando todo duermaTe robare un color.Muchacha voz de gorrión,¿adonde vas? quédate hasta el día.Muchacha pechos de miel,No corras más. quedate hasta el día.Duerme un poco y yo entretanto construiréUn castillo con tu vientre hasta que el sol,Muchacha, te haga reírHasta llorar, hasta llorar.Y no hables más, muchachaCorazón de tiza.Cuando todo duermaTe robare un color.



Una sensación extraña e inexplicable invade a los dos corazones cuando se besan por primera vez.
Ella ha tomado su mano y la ha apoyado contra su mejilla, mientras él, introduciéndo la otra entre los cabellos de ella, observa fascinado sus ojos.
De un hermoso color entre miel y verde, los ojos de ella imprimen en el cuarto una luz que colorea sus corazones, sorprendentemente tranquilos.
Es su primer beso, en esa, su primera noche. Se acaban de conocer y tienen motivos más que suficientes para estar ahí, en ese cuarto rojizo, juntos y solos.
Ella le ha robado el alma a él. Fue el primer momento de su contacto. Fue conocerse, conversarse y fascinarse
Fue hablar durante horas, bailar y sentir que era así, que así debía de ser. Que eran felices y que así debía serlo.
Ni un beso atravesó por un instante ese momento gloriosa de paz y belleza. Ella brillaba, era mágica, el color de sus ojos era tan único que él no podía sentirse menos que en el Cielo.
Muchos quisieron intervenirlos, estando fuera de aquél nebuloso universo aterciopelado.
Él sentía una atracción sublime que con el pasar de las horas fue tornándose admiración, hacia ese destino irremediable que los había unido aquella noche bajo esa pérgola.
Ese destino inescrutable que jamás ellos habían concebido. Eran uno y otra en el río de la Vida, tomados de la mano, salvándose de la mediocridad y del desamor.
Ella sabía que aquél era su momento de brillar. El corazón tiene ventajas que la mente no percibe y cualquier otra convención más que el amor no hubiese funcionado.
Ellos se fueron a algún cuartito de pensión. Tal vez él ya jamás esperaría que mujer alguna tentase su soledad. Y en la desolación de su cuarto no pretendiese encender su corazón con esperanzas incrédulas.
Sin embargo esa noche una estrella sembró su polvo mágico en los campos del destino y ellos dos supìeron que algo superior existe.
Sólo para aquellos que creen y lo encuentran.
Ella, en un momento cúlmine, descubrió aquello que creía perdido en ella, y que él ciegamente buscó en muchas.
Esa otredad superior los había guíado y unido en aquel vacío nocturno.
Eran dos almitas que debían vivir y morir juntas. Él y ella eran asi felices.

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