domingo, 28 de agosto de 2011

De tu cuerpo por fuera del mío (remembranzas en el cuerpo)

(20/11/2009)

Has venido a mi hogar, a mi rincón, mi garçonnière. Estás aquí desde hace no más de un cuarto de hora y ya quiero que te vayas. Necesito estar sola para decidir.

Todo está sucio, dentro y por fuera del espacio. Necesito un baño. Me has dejado sucia.
Me he levantado esta mañana con el sonido de un vidrio roto. Ya no eras vos. Vos te fuiste temprano.
Y yo me levanté soñando. Con velorios de desconocidos y ciudades inexistentes, pastiches de lugares a los que no hemos ido nunca.

La negación. La negación, y la manera de definir que damos a este mundo nuestro. La negación de dios lo define como un no-ser. La negación del contenido define el vacío. La negación de mi carne hace más apetitoso y deseable nuestro encuentro.
Meses sin vernos.

Me decís que he cambiado. Que estoy morocha y que, como si no fuese evidente, he dejado de confiar en vos. "Te siento un desconocido", dejo de decirle.

Tu mano ya ha circulado por el sendero del pecado. Estás atravesando mi sacro territorio. Lo necesitaba...

Desnudo y en penumbras te apoyás contra la pared, prendés un cigarro, y me decís que estoy bien, que te gusta mi cambio.
No tenés idea de que lo estás diciendo cuando hablás de cambios.
Desnudo y en penumbras. Fumás ahí y también me decís que querés prender un sahumerio. Que te gusta el ambiente que crea en mi cuarto.
Me río.

Me gusta tu pelo. Me excita tu pelo cuando estás a oscuras. Me gusta el cabello de los hombres que tienen lindo cabello.
Es una estupidez y no lo voy a decir.

No lo digo pero cada vez me gusta más. Tanto que tengo ganas de pedirte parar y dedicarme a tocarte. Pero vos estás tan concentrado en tu accionar que yo parezco importarte poco.
Siempre siento lo mismo con los hombres.
Me da asco.
Me dan terribles ganas de pararlos y morderte, amarte, tenerte, de destruirte. Me gustás tanto, me sacás de mí, te deseo terriblemente. Quiero tenerte y sin embargo me da asco eso que es tan de los hombres. Esa aniquilación del otro para la sublimación del propio deseo.
Te estoy deseando.

Estoy sola en esta mañana estúpida de lunes. Tengo el cuerpo y la casa sucios. Tengo que hacer algo con esto. Pero mi cabeza no me responde. Sólo obedece el deseo loco de escribir. De escribirte en la mente. Mis dedos están con miedo. No quieren despertarse.
Prefieren el recuerdo de tu piel y tu pelo a la inmunda y asquerosa experiencia del aseo.

El cuerpo sucio recuerda.

Mi mente sucia desea.
El cuerpo desea.



Necesito tiempo sola. Te lo hago entender. Viniste y hace media hora que no te miro. Me enfrasqué en la lectura de un libro violeta y negro que me cautiva desde hace un siglo. Tu deseo medieval no tolera mi pasión romántica.
Pasa una hora. Te has puesto en un rincón a escuchar música, en el suelo. Sin importar si yo estoy o no. Parece.

Yo te miro. Necesito mirarte. Sigo leyendo.

Me levanto y me sirvo un vaso de agua. Me muero del calor.

Te lo vacío entero encima de tu cuerpo relajado.

Te levantás. Me decís que ya está, que basta, que no soportás más estas estupideces. No te creo nada.

Me levantás en tus brazos y tirás a la cama.- Me hacés mal. Duele.

Me sacás los zapatos y no te puedo sacar más de adentro mío. - Me hacés mal. Duele. No me importa.

Quedate. Quedate acá. Llegaste, imbécil, y no te puedo sacar más de mi mente. Ni de mi cuerpo. Y evidentemente tampoco de mi casa.

Te deseo pero a veces te prefiero muerto. O lejos. O yo muerta. Así hacés de mí lo que quieras.

Quisiera empaparte en agua helada. Que te quedaras quieto. Quiero llorar.

Llegaste a mi garçonnière y yo necesitaba verte. Te sentaste en un rincón a escuchar Miles Davis y me dejaste sola, estúpido. Sola con mi cigarrito estúpido. En esta noche estúpida, ventosa y oscura.
Te fuiste con ruido a vidrio roto y yo soñaba con un velorio. Pensé que te habías ido. Pero te quedaste acá adentro.



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