jueves, 24 de enero de 2013

Cicerón tuvo una certeza.

El problema es que nos obstinamos en usar la parte del cerebro que funciona con cálculos y es especulativa, que necesita pruebas, y probar para sacar conclusiones, en lugar de movernos más por el lado de la intuición, que es la sabiduría primigenia e innata, que es más simple, más reveladora y más sensible y personal. Por eso somos manipuladores, calculadores y no intuitivos. No sabemos cómo movernos porque creemos que podemos controlar la situación, cuando en el fondo sabemos que en realidad podemos crear la realidad. Lo que pasa es que tenemos miedos. Tenemos miedo de que aquello que duerme debajo de nuestra superficie sea tan grande y hermoso que la simple estampa de lo "superior" nos parezca opaca e innecesaria. Eso provoca que nos tambaleemos, enceguecidos y confusos, y queramos escondernos y huir. Somos seres cobardes, le tememos al Infinito.

No hay comentarios: