domingo, 12 de octubre de 2008

Narcotizante

Ay!

tus ojos

¿por qué
en el brillo de la noche
brillan frente a mí
cuando, ciega de desesperanza y del llanto,
una vez más te recuerdo
bello, como te imagino?

¿por qué, tus ojos, me son tan queridos, cuando nunca me dirigieron una mirada de cariño, más allá de una simple relación profesional?

¿por qué parezco disfrutar tanto de tu indiferencia,
indiferencia por otro lado normal?

¿por qué me narcotizas
y puedo pasar horas pensando en tí, y sonreírte y hablarte dentro de mí
y llorarte y soñarte e imaginarte?

¿por qué, al verte, tengo que fingir que no ocurre nada, y que lo que sucede es propio de una relación simple y similar a la del resto de mis compañeros?

¡maldición! ¡mil y un veces maldigo el día en que puse los ojos por primera vez en vos, allá hace tres años, en alguna calle de la ciudad universitaria o en el centro mismo de la ciudad que me vió nacer!

¡maldigo el día en que te vayas para siempre de mí!

¡y maldigo también a mis ojos, que no son dignos de los tuyos, y, sin embargo, han caído bajo el embrujo, el efecto narcótico que tus ojos oscuros producen en mí!

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