La otra noche, en El Paraíso, no debiste dejar de inundarme.
Afuera torrenciaba
y éramos puro azul, rojo y blanco...
sí, hasta la noche aportaba su color.
Debiste haberme inundado
de camelias la medianera
y de sal las entrañas,
hasta hacerme desvanecer de placer y locura.
(Homenaje a Mujica Lainez, a Neruda por el puntapie, y a vos)
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